"En la herboristería encontré muchos frascos con un sinnúmero de hierbas exóticas traídas de diversas e ignotas partes del mundo. Percibí aromas agradables mezclados con otros agrios, penetrantes, o muy dulces, que se escapaban por las intersticias de las tapas onduladas por la acción del tiempo y del farmacéutico.
Una señora discutía con el empleado sobre las proporciones, que según ella, había errado el homeópata de no se que pueblito perdido entre las montañas. Saludé y prometí volver en otra ocasión."
Este es un dictado que me hizo mi papá en el auto el día 4 de mayo de 2003, cuando yo tenía apenas ocho años.
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